Mentir es realmente fácil y sirve como recurso para ganarse los vítores de la gente, pero la verdad siempre y cuando se utilice en su justa medida, es sinónimo de respeto y valentía que prevalecerá siempre.
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En esta vida existe el término medio, no todo es blanco o negro sino que el mundo se puede percibir a través de una paleta intensa de colores, ni existe la verdad o mentira sino también las medias verdades o medias mentiras que sirven para intentar no infringir un daño irreparable.
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En realidad, la verdad no es una supremacía dictaminada por unos pocos, y quien piensa de esa manera, está viviendo una vida paralela de soez e ignorancia suprema. Todos buscamos la verdad absoluta, sin darnos cuenta de que eso mismamente es una mentira, pues la verdad intrínseca de las cosas depende de la forma en la que cada alma las siente y las dictamina.
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Durante toda mi vida he seguido los dictámenes de otras personas que se creían en honor de la verdad y la justicia, y bajo ese engaño he vivido largos años de credulidad ininterrumpida. Y es que son tantas y tantas las versiones conocidas acerca de la verdad a la que debía adscribirme, que ya no sé qué mentira más debo creerme.
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La mentira suele sacarnos del atolladero mientras que la verdad puede condenarnos de por vida. Sin embargo, la mentira es esclava y mancha la conciencia de la gente honrada que las dice, mientras que la verdad provoca la liberación del alma.
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La mentira suele ser muy fácil de advertir, por algo dicen que la mentira tiene las patas muy cortas, y es que la mentira puede correr a gran velocidad, proclamándose como vencedora de la carrera, hasta que en un instante llega la verdad y la alcanza.
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Prefiero tener pocos amigos que tener un amasijo de ellos. Es mejor la sinceridad a una montaña de sutilezas y mentiras que no te conduzcan a nada. El verdadero amigo es el que te hace llorar con las verdades que tú no quieres ver, pues la mentira ni contribuye ni socorre a nadie.