El amor, para mí, es mirar hacia delante y ver siempre algo mejor. El amor es el haber encontrado el mayor tesoro del mundo en tus brazos, y gracias a ello haber recuperado la esperanza en lo que tiene que ofrecerme.
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Si el mundo guarda cosas tan maravillosas como tú, ¿Cómo tenerle miedo? Me has enseñado a mirar con esperanza e ilusión detrás de cada esquina.
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Sólo son pesimistas los que son infelices. Sólo son infelices los que no tienen un amor como el nuestro. En mi corazón no tiene cabida la desesperación: lo ocupas tú, y contigo has traído la ilusión por el futuro.
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La persona amada simboliza la esperanza y el optimismo. El que ama es siempre valiente. El pesimista es alguien que teme al futuro porque no ha encontrado la dicha en el presente.
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La esperanza del hombre pasa por saber amarse a sí mismo, y, a través de eso, saber amar a la humanidad. Con ello acabarán las disputas ridículas, las guerras y el egoísmo: una persona que ha encontrado el amor ha dejado atrás el odio y la envidia.
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Amor y esperanza van cogidos de la mano. En cualquier cosa es mejor la esperanza que la desesperación: la primera nos ayuda a sembrar algo nuevo y mejor, la segunda tan sólo destruye lo poco que tenemos.
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La esperanza es semejante al sueño, sólo que el alma que sueña está despierta, no dormida. El amor sin esperanza es un imposible: el amor engendra felicidad, y ésta confianza en el futuro.
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Hay dos cosas necesarias para vivir en la Tierra: no para existir, sino para vivir de verdad, de forma plena y completa. Una de ellas es el amor, la otra es la esperanza. Aún no estoy seguro de que no sean la misma cosa con dos manifestaciones.
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El amor nunca nos cierra una puerta, sino que somos nosotros los que le cerramos la puerta al amor en base a nuestros defectos, miedos y maldades. De la misma forma, la esperanza nunca nos da la espalda. Somos nosotros los que, estúpidos, la abandonamos a ella sin cesar.