El amor auténtico pone sus cimientos una vez, y éstos no se conmueven ni por un terremoto. Pero, ay, también hay que hacer el mantenimiento del edificio, y cuidar el tejado, reponer los muebles… Por muy fuerte que sea el sentimiento de apego hacia una persona, no se mantendrá eternamente si no hay motivos para amar.
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El amor se demuestra día a día, no una vez al año en un aniversario o en una fiesta. El amor es como un niño al que hay que atender diariamente, y al que, si no cuidamos constantemente, se malogra.
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Mira a tu pareja y pregúntate si la estás tratando tan bien como se merece. Si no se mejora día a día, una relación no tiene sentido.
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La persona a la que se ama se diferencia de las demás en que cuidarla, pasar tiempo con ella y ayudarla no supone una carga. Al contrario; se hace con el corazón henchido de orgullo y de alegría. La relación ha de alimentarse día a día con continuas muestras de afecto, con abrazos y caricias, con besos y con palabras tiernas.
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Las parejas que durante más tiempo subsisten son aquellas que han aprendido a ignorarse mutuamente o aquellas que han aprendido a convertir sus días en un enamoramiento contínuo, inventando siempre motivos nuevos para continuar juntos. No hace falta decir qué parejas son las más felices.
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El tedio, el desdén y la mezquindad se engendran a sí mismos. Los desplantes, las malas caras y las discusiones generan más discusiones, y van minando a una relación como si fuesen un grupo de zapadores bajo una muralla. No confíes en que diciendo a una persona que la quieres te creerá: demuéstralo con hechos.
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La gente ha de entender que el amor es un trabajo. No serán sólo buenos momentos. Los habrá regulares, los habrá malos y los habrá peores. Pero sólo pasando por todos ellos junto a la persona amada llegaremos a lo mejor de la vida.
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Una persona ha de alimentarse, hacer ejercicio y mantenerse ocupada para estar sana. De idéntico modo, para conservar en buen estado una relación hemos de esforzarnos por ella, de llegar a casa tras un día duro y no pagarlo con la persona a la que más amamos, de saber dialogar y mostrar interés por los problemas de la otra persona.
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El oficio de amar no tiene vacaciones, pero paga el mejor salario.