¿Cuántas veces nos habremos equivocado? En cuantas ocasiones nos habremos dado de bruces contra algo? Sin embargo, nada de ello importa. Sin error no hay aprendizaje, y sin aprendizaje no hay forma de que avances. Cáete y equivócate, que por ello nadie va a odiarte.
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La vida es tan larga que es imposible no fastidiarla. Con los amigos, con la familia, con la pareja… más de una vez, seguro, la habremos dejado perpleja. Y sin embargo, ahí siguen todos, aceptando que erramos y que es precisamente por ello que mejoramos.
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¿Qué es una persona? Una persona es alguien que erra, que llora, que sonríe y que se emociona. Una persona es un ser vivo, dinámico, evolucionado y en evolución. Una persona eres tú y soy yo, somos carne que aprende a medida que cae. La vida es caer y levantarte.
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He contado 365 errores, uno por día que hace que nos conocemos. Tus errores me enamoraron, me mostraron tu vulnerabilidad, me atraparon. Pero también he visto todo lo bueno que guardas dentro, y es que el equilibro del ser humano está entre lo bueno y lo malo.
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De pequeños, los errores están en confundir los colores. Luego, no te equivoques con la table del cuatro. No salgas tanto de fiesta y no escojas una mala pareja. No te cases tan pronto, no esperes tanto para tener hijos. No te divorcies del hombre con quien ya no deberías haberte casado. No te quejes de lo sola que te has quedado. No… parece que todo son prohibiciones, todo malas acciones, pero hay algo que ellos no saben: el error es necesario para convertirse en alguien mejor.
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¡Oh, qué lamento, haber perdido tanto mi tiempo! ¡Oh, qué lamento, ahora que apenas me sostengo sin mi bastón madera de cerezo! ¡Perdí la juventud, perdí la vida, entre tan pocas rosas y tantas espinas!
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De pequeño me dejaron errar, me dejaron con los enchufes jugar. Un día me dio un terrible calambrazo y, desde aquel momento, ni a un solo enchufe me he acercado.
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Recuerdo que me gustaba pasear bajo la luna. Iba saciada por la alegría del abrazo de aquel hombre que me amaba, pero ¡ay, cuando me abandonó! Perdí tanto tiempo de sonrisas que ya jamás volverán…
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Dejé la universidad cuando a punto estaba de acabarla. Dejé el trabajo cuando el primer niño llegó. Dejé mi vida por cuidar la casa, y la casa ahora aparece sin muebles que limpiar y sin personas que cuidar.